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das Mystische 2.1

A DAY IN THE LIFE

Un día en la vida, un día cualquiera. Mientras corrijo páginas invisibles pienso en las playas de California, más allá del límite, en zonas de mentes lúcidas, cuerpos desnudos. Mujeres con traje de baño caminan solas por la playa de su llanto. Luis Humberto Crosthwaite, nacido en Tijuana, titula así uno de sus cuentos, pero yo subo enseguida más hacia el norte, hacia Pasadena o Los Ángeles, dejo atrás la Baja California e intento escapar del llanto. Mientras tanto, le escribo a una mujer que sufre, hace apenas unas horas: “y cada mañana sale un sol espléndido –le digo- como un regalo que a veces no valoramos y otras veces no merecemos”. Lo hago con mucho cuidado, descansando en cada una de las palabras, acentuando el tacto. Y después abandono la pantalla, agradecido, y me refugio en las distintas versiones del mapa. Hoy es un día cualquiera, pienso, como todos los días, y éste es un mapa cualquiera. No sé lo que toca en estos días, me digo, pero sé perfectamente lo que no toca.

A la altura de San Diego las líneas de la costa dibujan las palabras GOOD VIBRATIONS; no he tomado drogas, lo juro, por lo que entiendo que todo esto sólo existe como un vulgar pretexto. Smile, “la sinfonía adolescente para dios”, suena ahora en extraños aparatos de radio. Y Brian Wilson vuelve a la vida menos enfermo, envuelto en una manta sucia de canciones y de arena, rodeado de animalitos domésticos y marcianos adictos a la cocaína. La línea es casi recta hasta Long Beach, pasando por Oceanside y San Clemente, pero empiezo a creer que ya no existen las líneas rectas. Lo normal, pienso, es que las cosas terminen curvándose, doblándose del todo, y por eso no puedo recordar cuándo escuché por primera vez Pet Sounds, con quién estaba saliendo entonces, ni la primera impresión que me causó escuchar aquello. Ante mí se extienden ahora las aguas del Pacífico, azules y cálidas, y puedo ver la imagen de mi rostro cuando apenas tenía dieciséis años. Cuando Brian escuchó Rubber Soul por primera vez lo tuvo bastante claro. Ahora, a cuarenta años de distancia, yo puedo escuchar Pet Sounds y establecer las conexiones que considere oportunas, sin importarme nada ni incomodar a nadie. ¿De Rubber Soul a Pet Sounds y de éste a Sargent Peppers? ¡Quién sabe! La máquina de la vida es también la máquina de la música y, a veces, cuando tenemos suerte, la máquina nos regala una canción inédita por cada curva del camino.

La reedición de un disco, remasterizado, es el equivalente tecnológico de la reedición de una parte importante de nuestra vida. Los cabrones, sí, somos cursis en el paraíso, a la altura de la curva de Long Beach, en el límite de las líneas, pero tengo muy presente que una mujer inteligente me lo recuerda siempre en el momento oportuno. Un día en la vida es un día cualquiera, pienso, y toda la esencia del asunto se encuentra resumida en cierto lugar de la enciclopedia: combinación de fragmentos distintos, sí, aunque suavemente complementarios; y ambiciosos proyectos de producción, preparativos complejos, innovadoras técnicas. Lo mejor, no obstante, como no podía ser de otra manera, el cacofónico crescendo final de la orquesta. Allí, alborotados, cantan los locos: “leí hoy las noticias, madre mía, cuatro mil agujeros en Blackburn, provincia de Lancanshire, y aunque los agujeros eran bastante pequeños, tuvieron que contarlos todos”.

¿Se imaginan ustedes un contador de agujeros? Ahora ya saben cuántos agujeros son necesarios para llenar el Albert Hall. Que nadie les prive de este glorioso espectáculo.

1 comentario

Magda -

Querido Enrique,

Que pases bonitas fiestas decembrinas en compañía de tus seres queridos. Que 2007 sea un año de salud, amor y realizaciones.

Un abrazo muy grande